Columna de Opinión Coronavirus: No es la densidad el problema; es el hacinamiento
- AGS Visión Inmobiliaria
- 24 abr 2020
- 4 Min. de lectura
Por: Rodrigo Aravena A.
Arquitecto PUC
Director Comercial AGS Visión Inmobiliaria

La pandemia del COVID-19 nos ha confinado a vivir bajo aislamiento social, obligados a tomar distancia entre nosotros en espacios pĆŗblicos, o incluso aislarnos en nuestras propias viviendas. De sorpresa, este enclaustramiento ha anulado de forma la vida colectiva tradicional, que elogiĆ”bamos como el beneficio de vivir en densidad, aprovechando las economĆas de aglomerarnos en torno a un barrio, usar intensivamente el transporte pĆŗblico o encontrarnos en espectĆ”culos masivos. Es decir, en todo lo que hacĆamos de forma agrupada, colectiva y colaborativamente.
El vivir la ciudad y sus espacios pĆŗblicos, no serĆ” similar a como lo hacĆamos antes. Al menos, en los próximos dos a tres aƱos. Nuestros patrones de conducta en los espacios y el transporte pĆŗblico, cambiarĆ” hacia uno de menor cercanĆa y contacto con nuestros pares.
Ćltimamente, hemos leĆdo columnas y tuits, criticando a la hiperdensidad como la triste herencia que el mercado inmobiliario legó para la propagación de la pandemia. Y no hemos reparado en que los focos de contagio mayor se podrĆan dar al interior de nuestras propias viviendas, entre quienes viven juntos de forma obligada -no siendo familia- y frente a lo cual tienen muy pocas opciones de evitar. Hostales, hogares de acogida, casas subarrendadas āpor piezasā o departamentos compartidos, incluso en barrios acomodados.
El problema no es la densidad de nuestras ciudades ni de nuestros edificios. El hecho de concentrarse 200 a 300 departamentos en torno a un mismo acceso, no lo hacen un foco de peligro si se toman las medidas de higiene y circulación adecuadas para restringir sus flujos. Un departamento de 20 metros cuadrados puede ser todo lo discutible arquitectónica y hasta éticamente, pero no radica en su cuestionado diseño la eventualidad del contagio, sino en cuÔntas personas hacemos vivir en él. Y eso lo determina el precio que estamos cobrando por vivir en él.
Semanas atrÔs, una columna de un destacado profesor de Arquitectura mencionaba a Singapur como ejemplo del control del COVID-19 en una ciudad hiperdensa, pero con un fuerte control y planificación central (el 80% de las viviendas son fiscales), en contraposición a la desordenada planificación de Guayaquil*. Efectivamente, las autoridades lograron controlar la pandemia en sus primeros tres meses de propagación, sin embargo, el virus estÔ creciendo en la ciudad-estado asiÔtica, especialmente en aquellos dormitorios estatales que suman densidad con hacinamiento, llegando incluso a vivir doce trabajadores en un dormitorio.
La solución fiscal a la crisis de vivienda ha llegado a estos niveles de hacinamiento, que hoy son el gran foco de diseminación de la pandemia. Pese a la admirada planificación urbana de Singapur, es el hacinamiento como en cualquier otra ciudad altamente demandada lo que propaga el virus.
En Santiago, el déficit de vivienda es la causa de la crisis de hacinamiento que vivimos, observable a vista y paciencia de todos nosotros, cuando observamos familias de migrantes tomÔndose las calles para actividades supuestamente domésticas, pero que se hacen imposibles de realizar por la alta densidad de personas viviendo bajo un mismo techo. Un sólo dato; de acuerdo a datos de la Fundación Vivienda; tan sólo en Santiago tenemos mÔs de 110.000 viviendas con alto nivel de allegamiento y/o hacinamiento. ¿Cómo evitar la propagación de la pandemia en tales condiciones?
El riesgo del contagio entonces, estÔ en el hacinamiento. El compartir recintos entre mÔs personas para los que fue diseñado originalmente. Y este problema no es inherente a un barrio hiperdenso o uno extenso de periferia; es un hecho transversal y de causas netamente socioeconómicas, antes que normativo.
Antiguas casonas de barrios cĆ©ntricos, cuyas declaratorias de inmuebles de protección histórica, o zonas tĆpicas que se miran con romanticismo a nivel de cĆrculos acadĆ©micos, hoy se utilizan como nuevos conventillos, donde perfectamente viven 20 a 30 personas, compartiendo dos a tres baƱos. Estos lugares son tan propensos a una explosión de la pandemia como los nuevos departamentos hiperdensos, a los que se han dirigido las principales crĆticas de los urbanistas. En ambos casos se dan subarriendos abusivos, carentes de toda normativa, restricción o autoridad que los supervise. Existe frente a nuestros ojos un gigantesco e inmoral mercado del subarriendo de habitaciones (piezas), que generalmente se subarriendan a migrantes o personas de los segmentos mĆ”s bajos de nuestra ciudad.
Nuestra regulación urbana limita densidades mĆ”ximas para la edificación nueva, considerando un cĆ”lculo inamovible de cuatro habitantes por vivienda proyectada, pese a que se diseƱe de uno o cinco dormitorios y que en ella finalmente vivan una o diez personas. ĀæLa misma Ley fomenta el hacinamiento, al obligar a un cĆ”lculo estandarizado de cuatro habitantes para cualquier tipologĆa de vivienda, sin matices? ĀæNo hemos podido inventar mecanismos de cĆ”lculo mĆ”s sensibles, para el control de las densidades de nuestras viviendas y ciudades?
Debemos convencernos de que NO es la densidad sino el hacinamiento, el enemigo de la ciudad y aliado de las enfermedades infecciosas. A él debemos evitar, a través de proyectos de edificación de vivienda social o integrada cuyo uso sea orientado preferentemente a la renta formal, para controlar su sobrepoblamiento. Necesitamos hacernos cargo de la pandemia urbana del hacinamiento progresivo de nuestras ciudades, fruto del fuerte encarecimiento de la vivienda y el suelo. Si no brindamos mÔs soluciones de vivienda controlada en propiedad y en densidad, la crisis del hacinamiento se nos harÔ incontrolable.
Y de lo construido, debe regularse la densidad de la vivienda existente, estableciƩndose mƔximos densificatorios para lo cual fue diseƱada. No es posible seguir tolerando los abusos del hacinamiento y los subarriendos abusivos, que afectan a quienes mƔs les duele pagar.
*Columna de Luis Eduardo Bresciani L., āSingapur o Guayaquilā, Past president Consejo Nacional de Desarrollo Urbano.
Publicada en Diario Estrategia